Cuarteles de invierno...

16 febrero 2006

 

Para darle...

...el gusto a mi archienemiga y siguendo el nuevo meme de "escribe alguna cita que te haya gustado o te describa" voy a poner un trocito de un libro que me gusta y esconde algo de como soy. El libro es de James Ellroy y se llama El gran desierto.

Os advierto que a ella voy a darle un gusto, pero a vosotros (si aguantáis toda la lectura...) no sé, no sé... Alla vamos.

- Confianza, Buzz. Si echas el guante al que me está jodiendo, te haré algunos favores.
Buzz cogió la chaqueta.
- ¿Una cita interesante? -preguntó Mickey.
- La mejor.
- ¿Alguien que yo conozca?
- Rita Hayworth.
- ¿De veras?
- De veras, confía en mí.
- ¿Es pelirroja allí abajo?
- En realidad es morena, Mick. No hay negocio como el mundo del espectáculo.

Su cita era a las diez en la guarida de Howard, cerca del Hollywood Bowl; la falta de reacción de Mickey y Johnny y el asunto del dinero le resultaron sospechosos.
Era la hora de verse con Audrey, y no tenía ganas de matar el tiempo en cualquier parte. Buzz se dirigió a la guarida de la leona, aparcó detrás del Packard de Audrey y llamó al timbre.
Audrey abrió la puerta en pantalones holgados y suéter, sin maquillaje:
- Dijiste que ni siquiera querías saber dónde vivía.
Buzz movió los pies como un adolescente enamorado.
- Vi tu permiso de conducir cuando dormías.
- Meeks, esto no se le hace a un compañero de cama.
- Tú la compartes con Mickey, ¿no?
- Sí, ¿pero qué tiene que...?
Buzz entró en un vestíbulo desnudo.
- ¿Ahorras dinero en decoración para financiar tu centro comercial?
- Pues ya que me lo preguntas, sí.
- Encanto, ¿sabes qué hizo Mickey con el fulano que mató a Hooky Rothman?
Audrey cerró la puerta y se abrazó el cuerpo.
- Lo molió a golpes y ordenó a Fritzie que se lo llevara al otro lado de la frontera estatal, advirtiéndole que no volviera nunca. Meeks, ¿qué es esto? No te aguanto cuando estás así.
Buzz la apoyó contra la puerta, la clavó allí y le puso las manos en la cara, apretándola. Se le ablandaron las manos cuando vio que ella no se resistía.
- Le estás robando a Mickey porque crees que no lo descubrirá, y que si te descubriera no te haría daño, y ahora soy yo quien tiene que protegerte porque eres una condenada tonta que no sabe con quién se acuesta y estoy loco por ti, así que será mejor que te enteres porque si Mickey te hace daño liquidaré a ese condenado y a sus condenados matones judios e italianos...
Calló cuando Audrey empezó a gemir tratando de decir algo. Le acarició el pelo, encorvándose para escuchar mejor. Las fuerzas le abandonaron cuando oyó:
- Yo también te quiero.

Hicieron el amor en el desnudo vestíbulo, en el dormitorio, bajo la ducha. Buzz arrancó la cortina sin querer y Audrey admitió que también regateaba dinero en los artículos de baño. Buzz le dijo que consultaría a un ex contable de Dragna que conocía y le indicaría cómo arreglar los libros de Mickey o buscaría el modo de echarle la culpa a un inexistente apostador que no había pagado su deuda. Ella dijo que dejaría de robar, que se comportaría, que invertiría en bolsa como si fuera una mujer normal que no follaba con hampones ni con recaudadores que combatían a los rojos. Buzz dijo "Te amo" cincuenta veces para retribuir el hecho de que ella lo había dicho primero; averiguó su talla para despilfarrar la paga de su trabajo en ropa para ella; se lamieron el sexo mutuamente para sellar un pacto: no debían mecionar a Mickey a menos que fuera absolutamente necesario, no debían hablar del futuro ni de la ausencia de futuro. Dos citas por semana en las guaridas de Howard era el límite, la casa de él o la de ella sería un regalo de vez en cuando, aparcando los coches donde los chicos malos no los vieran. No saldrían juntos, no viajarían juntos, no contarían a nadie que eran amantes. Buzz le pidió que hiciera el número de las borlas; Audrey le complació y luego se puso el atuendo de strip-teaser y toda la ropa que tenía. Buzz pensó que si en vez de apostar se gastaba el dinero en ropa para Audrey nunca se aburriría de estar escondido con ella: podía desnudarla, hacerle el amor, mirar como se vestía de nuevo. Pensó que si quedaban escondidos para siempre le contaría toda su historia, incluyendo las partes desagradables, pero la contaría despacio, para que Audrey llegara a conocerlo en vez de asustarse y echar a correr. Buzz habló sin parar, Audrey habló sin parar; él mencionó el perro doberman que había matado al irrumpir en un aserradero en Tulsa en 1.921, y ella no se inmutó. Hacia el alba, Audrey se adormiló y Buzz empezó a pensar en Mickey y se asustó. Pensó en cambiar el coche de lugar, pero no quiso mover a su leona, que le apoyaba la cabeza en la clavícula. El miedo se agudizó, así que bajo la mano, cogió su 38 y la puso bajo la almohada.


Y así, si habéis llegado hasta aquí, paso el testigo a esta buena gente (o no tan buena, vete a saber...): Sra. Koffe, Sra. Muralla, Srta. G, Srta. Mad, Srta. Orgía y Sr. Nadie





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